Por El Topo
Los otros días visité a un amigo en su oficina médica y me sucedió algo que ya casi se estaba convertiendo en una rutina. Me presenté a la recepcionista, y en forma muy pausada le dije que yo era el arquitecto Antonio Pontón. Intencionalmente pronuncié la palabra "A-R-Q-U-I-T-E-C-T-O" como si fuera un vocablo sagrado y quedando seguro de que me había entendido me senté en una de las cómodas sillas del amplio recibidor que se encontraba repleto de pacientes.
Mientras esperaba, mi mente comenzó a recrear imágenes proféticas que auguraban jocosamente lo que estaba a punto de suceder. Casi no me dió tiempo de ojear la revista "Vea" que alguien había dejado junto a mi silla, pues en un santiamén salió nuevamente la secretaria y me llamó muy profesionalmente. Queriendo excusar la tazón por la cual me hiba a pasar primero que a los demás, la secretaria hizo el anuncio de mi entrada a toda voz para que los pacientes en espera no se incomodaran. Fué muy correcta y pausada y al finalizar se sonrió segura que todos habían entendido, sin darse cuenta de la cruel trastada que su mente y un deslíz Freudiano, le habían hecho justo al principio de su parlamento:
- "Con el permiso de todos", anunció, "el ingeniero Pontón va a pasar un momento con el doctor para saludarlo. Les digo esto para que no piensen que lo estoy colando. ¿ok?".
- "Arquitecto", le dije en voz calmada, mientras todos en la sala me miraban desapasionadamente. Ella solo se inmutó para sonreir nuevamente y cerrar la puerta del recibidor una vez habíamos entrado. Finalmente, me acompañó hasta la oficina de mi amigo el doctor y me volvió a presentar, tropezando nuevamente con la misma piedra y en el mismo pie.
- "Doctor, el ingeniero Pontón está aquí", anunció ella.
- "Arquitecto", volví a repetir en voz calmada.
- "Oh, perdón...si, arquitecto", dijo ella excusándose. Al oir esto, mi amigo el doctor intervino ufanamente y de manera fulminante le cortó las pequeñas alitas a mi esperanza de que su secretaria se diera por entendida del traspié que había cometido.
- "No importa", dijo él, "arquitecto, ingeniero, es más o menos lo mismo, ¿verdad?".
La arquitectura y la ingeniería son dos campos muy afines. Ambos tienen muchos puntos de contacto, bregan en conjunto y armonía dentro del proceso de desarrollo de proyectos de construcción pero, bajo ningún concepto son ni remotamente "más o menos lo mismo". Existe sin embargo, una muy profunda confusión generalizada sobre lo que son la arquitectura y la ingeniería, sobre lo que realmente hace un arquitecto y sobre lo que es (o más bien sobre lo que debería ser) nuestro ambiente construído.
Son muchas las personas que piensan que un arquitecto y un ingeniero son más o menos lo mismo y que por lo tanto, un ingeniero está capacitado para diseñar proyectos de arquitectura. Otros piensan que los arquitectos solo hacen unos dibujos de las fachadas (las caras exteriores) de los edificios y que los ingenieros "hacen todo lo demás". Hay personas que piensan inclusive, que los dibujos de los arquitectos son solo de tipo "artístico" (los muy mal llamados "croquis") y que los "planos" de los edificios los hacen los ingenieros.
El problema de esta confusión es que no se limita al plano individual en la mente de las personas, sino que trasciende al plano colectivo e institucional. Este problema comienza con la propia ley #173 que define la práctica de las profesiones de ingeniería y agrimensura en Puerto Rico. No menciono la arquitectura porque la ley tampoco lo hace. Simplemente se limita a hacer referencia a la arquitectura como renglón casual al definir la práctica de la ingeniería. El desconocimiento público combinado con la falta de definición que existe en la propia ley permite que se pueda practicar la arquitectura en Puerto Rico sin ser arquitecto.
La manifestación más notable de esta condición ha existido por años sin que nadie levante voz de protesta. Me refiero específicamente a la práctica de utilizar a delineantes para hacer planos de proyectos de arquitectura que luego son certificados por ingenieros. Debido a la indefinición existente en la ley, la Administración de Reglamentos y Permisos (ARPE) no tienen forma de controlar esta práctica ya que los planos se aprueban siguiendo un procedimiento correcto conocido por la ley de certificaciones. Por otro lado, el desconocimiento público sobre la arquitectura permite que los clientes de dichos proyectos no se percaten de que le están entregando la responsabilidad del diseño arquitectónico a una persona que no está capacitada académicamente ni autorizada legalmente a realizar ese tipo de trabajos.
Quiero hacer un alto muy intencional en este momento para ampliar mi punto de vista. En muchas ocasiones he levantado todo este planteamiento sobre personas no capacitadas que hacen proyectos de arquitectura y sobre los ingenieros que no solamente "firman" esos planos, sino que en muchas ocasiones también "diseñan" los proyectos. Como arquitecto, yo no hago estos planteamientos ni levanto estas discusiones para defender a "los arquitectos"como gesta gremial. Tampoco lo hago en nombre de la "arquitectura" como si se tratara de un caballero de la mesa redonda en lucha campal en pos de sostener el honor del Rey Arturo. Me he buscado muchos enemigos de gratis con todo esto, cosa realmente innecesaria. Aún así, insisto que Puerto Rico tiene una obligación histórica en dejar un legado digno y respetable en su patrimonio construído. Si miramos nuestra historia dentro de 500 años, estoy seguro de que nuestras ciudades, y todo lo construído hablará elocuentemente sobre la forma en que pensabamos nosotros y sobre el orden de nuestras prioridades.
Pienso que actualmente vivimos en un caos urbano al cual nos hemos tenido que acostumbrar a la brava. Siento orgullo al ver como en ocasiones se realizan proyectos de arquitectura que brindan un rayo de luz creativa a la pesadez estéril que plaga la ciudad. Pero proporcionalmente son practicamente casos aislados si lo comparamos al volúmen de proyectos de construcción hechos sin la dirección de un arquitecto licenciado.
Firmado por El Topo - Revista Ladrillos - enero 1997
Copyright © 2023 Antonio Ponton - arquitecto - Todos los derechos reservados.
Con tecnología de GoDaddy
Usamos cookies para analizar el tráfico del sitio web y optimizar tu experiencia en el sitio. Al aceptar nuestro uso de cookies, tus datos se agruparán con los datos de todos los demás usuarios.